La normalidad no existe

Mi hijo Niko es un niño «normal». Mi mujer es una persona «normal». Formamos una familia «normal». Al menos esto es lo que nos pretenden inculcar aquellos que buscan que el resto sea como ellos, con sus costumbres, creencias, modelos de vida… ¿Pero qué es «lo normal»? ¿Qué significa? Personalmente estoy convencido de que todos somos diferentes, por lo que no existe tal normalidad. Me gusta pensar que somos una «anomalía».

Todos somos diferentes

Resulta que la ciencia nos enseñó que todos tenemos genes diferentes. Por supuesto compartimos gran parte del mapa genético, pero tenemos muchos elementos que nos diferencian. Los hombres y mujeres somos diferentes, tenemos características muy dispares. Todos nacimos en circunstancias particulares, nuestra infancia y adolescencia están plagadas de experiencias y todas diferentes. Nuestros estudios, nuestra experiencia personal y profesional incrementan aún más esa diferencia… Entonces, ¿existen realmente personas «normales»?

Normalidad

El origen del término «normal» es puramente estadístico, hace referencia al promedio aceptado, es decir, que sigue la gráfica de distribución normal también conocida como campana de Gauss. Según este término el 80% de la gente se comporta de manera parecida. Esta distribución permite modelar comportamientos, ya que se asume que cada observación se obtiene como la suma de unas pocas causas independientes. Esta base de modelización ha servido para diseñar todo tipo de encuestas destinadas a estudiar los mercados o para hacer previsiones de todo tipo. No obstante, cada vez son más los que cuestionan esta forma de análisis, por ejemplo, estadísticas en políticamedición de audiencias o estudios de mercado. ¿Se está volviendo «no-normal» el mundo?

Creo que los métodos estadísticos han sido y serán una excelente guía de interpretación de la realidad, pero no dejan de ser modelos, una forma de simplificar y, por tanto, pierden —en mi opinión— muchas veces la representatividad por no tener en cuenta los matices. Me enseñaron hace mucho tiempo que todos los modelos son útiles, pero ninguno cierto. La normalidad se basa en un esfuerzo humano por simplificar y de entender el comportamiento humano, eliminando en el proceso muchos elementos importantes de la realidad. Hoy por hoy, en un contexto de incertidumbre extremo como el que vivimos y expuestos a nuevas variables que influyen en el comportamiento humano (véase ‘cisnes negros‘), puede que «la normalidad» ya no exista.

El germen de esta normalidad 

El germen de esta normalidad tiene mucho que ver con la aspiración de igualdad, plasmada durante la revolución francesa (igualdad, fraternidad y libertad). Pero la igualdad no es hacer a todos iguales, sino de conseguir los mismos derechos para todos. En muchas  sociedades occidentales se ha conseguido o se está intentando igualar los derechos, pero tener los mismos derechos no implica tener las mismas oportunidades. Por ello creo que hoy el término realmente importante es el de alcanzar la paridad (mismas oportunidades). La lucha por la igualdad puede que haya sido uno de los orígenes por los que asumamos como «normal» la normalidad en la sociedad, valga la redundancia. No obstante, creo que el reto de nuestra sociedad realmente se encuentra en entender la importancia que tiene «la no-normalidad», ya que todos tenemos puntos de partida diferentes. Asegurar la paridad es asumir que todos somos diferentes. 

Difícil equilibrio de la normalidad

Aceptar la normalidad como modelo a seguir implica que nos acercamos todos a una media. Una media implica que lo que tenemos en común tiene mayor peso que lo que nos diferencia. Creo que debería ser al revés: Somos todos diferentes, pero tenemos algunos puntos en común. Yendo un paso más allá, todos intentamos mantener un equilibrio entre dos grandes fuerzas: nuestra individualidad y la necesidad de pertenencia a la sociedad. Todos somos diferentes y necesitamos muestras de nuestra individualidad personal que confirmen nuestra identidad. En el otro extremo, el buscar la normalidad, es la forma que tenemos de que nos sintamos miembros y pertenecientes a un grupo.

equilibrio

En ocasiones, la confirmación de nuestra individualidad se convierte en manía (que también nos hace sentir diferentes), y que puede ir en contra de nuestra capacidad de integración social y llegar a convertirse en obsesiones, los conocidos TOC’s (Transtornos Obsesivos Compulsivos). Por supuesto cada uno tiene sus manías, pero hay algunas que nos restan sociabilidad. Un ejemplo extremo es la persona que sufre por si se ha dejado las ventanas abiertas de su casa, las revisa todas unas cuantas veces antes de salir y cuando está fuera de casa, duda si las cerró correctamente. Es obvio que eso le impide disfrutar de la cena y de la compañía de sus amigos.

En casos menos exagerados, puede que el hecho de estar todo el día conectado, de formar parte de varias redes sociales, o estar pendiente del móvil mientras cenas con gente… te haga a una persona menos sociable (algunos -yo incluido- deberíamos reflexionar seriamente sobre esto). En el otro extremo encontramos al mainstream, personas que de por sí no tienen opinión y aceptan lo que «todos» dicen sin pensar, sin dudar, sin cuestionarse nada. Para ellos, la aceptación social es más importante que su opinión.

Evidentemente, una persona no se encuentra siempre en un mismo punto de partida. A lo largo de su vida va balanceando estas dos variables. Durante la adolescencia buscamos en mayor medida la confirmación de nuestro grupo o comunidad, nos importa más la aceptación social que la confirmación de nuestro individualismo. Por contra, durante la madurez tendemos a confirmar nuestra individualidad por encima de buscar que nuestros comportamientos sean más o menos aceptados. La clave es entender que una persona no ES, sino que EVOLUCIONA, fluctúa buscando el equilibrio.

Luchando contra de la normalidad

Hemos vivido en un mundo «normal», donde «lo normal» era estudiar en la Universidad (¿Sirve para algo la Universidad?), donde «lo normal» era tener un trabajo, estudiar un máster, comprar una casa gracias a una hipoteca y confiar tu dinero al banco para sacar la máxima rentabilidad a tus ahorros. Resulta que la normalidad ha arrastrado a muchas personas hacia vidas que no son las suyas. Ha malgastado muchos recursos, muchas ilusiones, ha destrozado características individuales imprescindibles para una sociedad plural.

Por ello creo que debemos luchar contra ese término. No somos normales, todos somos diferentes. No intentemos imitar caminos, busquemos el nuestro propio. Vivimos en un mundo nuevo, donde no existen referencias absolutas. Creo que la diferencia nos hace ricos. La diferencia provoca nuevos puntos de vista, hace que aprendamos de otros. Y eso nos hace más ricos.

No aceptes la normalidad, es un truco para adoctrinar a las personas. Confirma tu diferencia. Lo realmente interesante está fuera de esa normalidad, así que… Sé diferente.

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2 Responses
  1. Jordi

    Llevas mucha razón en todo. No creo que lo normal sea un buen medidor a la hora de ver qué clase de persona eres, es decir, no seremos mejores personas cuanto más normales seamos, porque lo normal es que un político mienta, un banco robe, un gran empresario defraude, el poder se corrompa, y así podría seguir hasta que casi pareciese infinito. No es que me guste citar grandes frases célebres pero ya decía Gandhi algo parecido a que «una mentira no será verdad por mucho que todo el mundo así lo crea». Las grandes mentes de la historia que revolucionaron el mundo, desde la ciencia y la tecnología hasta el arte, fueron/son(/y seguramente serán) personas generalmente caracterizadas por ser poco «normales».

    Muy buen post! Saludos!

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